Arranqué el proyecto fotografiando estructuras de manera objetiva, aprovechando la luz clara de los mediodías y tardes de finales de invierno para resaltar los colores de las formas y sus texturas; no me pareció mejor motivo para fotografiar que los polígonos industriales del extrarradio de Barcelona. Al cabo de un tiempo pude reunir suficiente material como para comenzar a desarrollarlo: recurriendo a trucos de la psicología del color y de la estructura, permitir al espectador situarse dentro de los paisajes, que noté eran más efectivos al combinar las distintas tomas en un formato tríptico. Así, la lectura de estos paisajes construidos es a partir de la experiencia de observar el efecto que la luz fuerte ejerce en sus sombras proyectadas, zigzagueantes, cuadriculadas, convergentes o en las pequeñas secuencias creadas a partir de simetrías y analogías; a partir de desoladoras líneas continuas que auguran la inminente aparición de alguien que no está o por los únicos signos vitales que aparecen, pintados en las paredes remendadas a propósito; a partir de seguir flechas que invitan a mirar para hacia otro lado de estos horizontes manipulados, y donde hay una, al final del recorrido visual, que lleva a un último árbol raquítico; metáforas todas acerca de la existencia.